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Una fallida visión del futuro económico - 7 de 11





Por Armando Maronese   *

El gobierno peronista analizó mal lo que sucedería en la posguerra; creyó que la Argentina tendría poder de negociación.  El peronismo no empezó como un movimiento organizado para conquistar el poder por medios electorales, sino que nació desde el poder y usó sus favores como una de sus características distintivas. Con Perón en la presidencia y una mayoría en el Congreso que le dio un poder casi absoluto, pudo construir el esquema del movimiento con dos ramas: el partido y la CGT, lo que sería la estructura de la "comunidad organizada". En sus principios, algunas de las ideas fueron claras y otras surgieron frente a las circunstancias.
 
La idea del pleno empleo -en la que coincidían los empresarios nacidos de la protección estatal y los dirigentes sindicales-, fue apoyada por los militares que nada temían más que un conflicto social como el que había estallado después de la Primera Guerra Mundial. Otra idea fue la mejora de los salarios reales, como reacción contra la tendencia declinante de los años 30, que había frenado la importante suba de los 20. Y la idea de extender la seguridad social a todos.
 
Nada influyó más en las ideas de Perón que su formación militar. La política no era para él el arte de los acuerdos, sino el de la conducción y durante su larga trayectoria la retórica peronista repitió innumerables términos militares.
 
En economía, Perón no tenía ideas precisas. Ni la menor idea. Una noción de la importancia que le merecía la economía es que en las oportunidades en que ocupó el gobierno, puso a cargo de la cartera a hombres que habían sabido hacerse ricos, mostrando una noción simplista de los fenómenos económicos. Pero compartía aquellas ideas que eran comunes, tras la crisis de 1930 en el clima intelectual de posguerra: la convicción de que en el mercado algo fallaba y de que la intervención del Estado, en diversos grados, era una alternativa, si no necesaria, conveniente.
 
Los militares habían tenido el ejemplo de Alemania, que había logrado una enorme recuperación en los años 30 cuando pudo reconvertirse en una potencia bélica. Y también el de la economía de la Unión Soviética, aunque el régimen les pareciera oprobioso.
 
Como militar, Perón también participaba de las ideas de industrialización que incluyeran el desarrollo de industrias pesadas, de modo de lograr autoabastecerse de armamentos. Esto se hacía más imperioso porque Brasil contaba con ayuda militar de Estados Unidos, lo que había roto el equilibrio armamentístico en el Cono Sur.
 
Las ideas autarquizantes y nacionalistas tenían una amplia aceptación, por la creencia de que en la posguerra continuarían las restricciones al comercio internacional.
 
Muchos de los mensajes de Perón fueron redactados por los intelectuales y técnicos que se le acercaron. En general, ellos llegaron de corrientes nacionalistas y socialcristianas, puesto que las tendencias autoritarias del gobierno de 1943 habían alejado a Perón de los que pertenecían a la tradición liberal (de los que, por otra parte, tenía muy pobre impresión).
 
Deben anotarse, además, ciertas circunstancias que tuvieron influencia en los desarrollos posteriores: la autarquía de hecho que existía desde los años de la Segunda Guerra, la inexistencia de un mercado internacional de capitales, la enorme acumulación de excedentes comerciales debidos a la restricción de importaciones durante la guerra, que habían creado la impresión de que la acumulación de divisas se debía a un gran aumento de riqueza, cuando se trataba de descapitalización o inversión postergada; la demanda de alimentos, traducida en mejora de precios en los dos años posteriores a la guerra, lo que dio también la impresión de un aumento de riqueza; una visión pesimista sobre las posibilidades del comercio mundial para colocar exportaciones argentinas y la respuesta positiva que despertaba en el público la retórica nacionalista contra las empresas extranjeras, de la cual más adelante, en 1955, Perón tuvo que arrepentirse, cuando trató de firmar un contrato de explotación petrolera con la Standard Oil de California.
 
En ese marco, el peronismo se propuso encarar políticas para alcanzar el pleno empleo, una industrialización con apoyo e intervención del Estado (capitalismo asociado al Estado) y una mejora de la remuneración real de los asalariados.
 
Podría decirse que las decisiones iniciales del gobierno, partieron de una evaluación equivocada sobre las tendencias futuras en el mundo. Como dije, existió una visión pesimista sobre la evolución del comercio mundial, basada en la experiencia de las décadas del 30 y el 40. Pero no fueron razonables las respuestas.
 
Si debido al proteccionismo en el mundo la comercialización de productos en los que el país tenía ventajas comparativas era difícil, ello no era una razón para castigar a los productores aún más, desechar la producción en los rubros con costos menores y fomentarla donde los costos eran mayores. En ese sentido, la reacción de Australia, también exportadora de alimentos, fue distinta en la posguerra.
 
Poder negociador - También fue errado creer que el país tenía cierto poder negociador frente a las grandes potencias, y que éste aumentaría en caso de una eventual tercera guerra. No sólo ello no ocurrió, sino que el bilateralismo del gobierno tuvo efectos negativos para la economía, especialmente tratándose de un país exportador de productos agropecuarios e importador de manufacturas. Se aseguraba el pleno empleo subsidiando las actividades que no obtendrían beneficio en situaciones competitivas.
 
Ello se hizo por medio de medidas arancelarias y restricciones cuantitativas a las importaciones, con una sobrevaluación del peso, para que los alimentos fueran baratos y bajaran los costos locales del trabajo. De ese modo, se aplicó un impuesto implícito a las exportaciones, que permitió mantener altos los salarios reales.
 
También se subsidió la formación de capital con créditos a tasa real de interés negativa. Todo esto pareció posible gracias a la productividad del agro, pero frente a precios desfavorables, las exportaciones agrícolas sufrieron un largo estancamiento. Además, se evitó el alza de los costos, manteniendo bajas con subsidios las tarifas de los servicios públicos provistos por empresas del Estado.
 
Esas políticas conformaron una de las coaliciones más exitosas y prolongadas que se hayan conocido, pero también generaron uno de los conflictos más largos y difíciles. El gobierno utilizó un conjunto de instrumentos para alcanzar objetivos, que fue redefiniendo con el paso del tiempo. Algunos de ellos habían sido experimentados durante la década precedente, varios fueron profundizados y otros fueron totalmente nuevos.
 
Los mecanismos de regulación de los cambios entre monedas fueron cada vez más complejos, a diferencia de la experiencia mundial, que tendió a simplificarlos.
 
Se establecieron tipos múltiples: oficial, preferencial y libre, para compradores y vendedores. El resultado de las actividades de cada uno dependía más de la circular por la que se le liquidaba el cambio, que de la actividad misma de que se tratara. Para importar se requería un permiso previo, que se otorgaba según las prioridades fijadas por el gobierno.
 
Las circulares eran decididas por un organismo administrativo, con el grado de discrecionalidad y a veces, de corrupción que eso posibilitaba. Las importaciones de automotores al cambio oficial, prohibidas durante años, se negociaban en el mercado negro con pingües ganancias.
 
Por otro lado, el permiso previo de importación no siempre se daba previa confirmación de las divisas disponibles, por lo que muchas veces se acumulaban largas listas que el Banco Central demoraba o denegaba, provocando problemas externos financieros y comerciales.
 
Restricciones - La sobrevaluación del peso castigaba a los exportadores, pero no hacía más accesibles las importaciones no sólo porque se liquidaban a un tipo de cambio diferente, sino porque tenían restricciones y requerían un permiso previo, que a veces no se concedía si el bien era producido localmente. Mientras las importaciones de insumos para las industrias eran más baratas, las de bienes finales estaban prácticamente prohibidas. Lo que en cambio resultaba caro, eran las importaciones de maquinaria y equipo. Su precio debido a las tarifas y al tipo al que se liquidaba el cambio, duplicaba y triplicaba el internacional, con la consecuencia negativa sobre la formación de capital y el crecimiento.
 
Quienes resultaran favorecidos para importar a tipos básico o preferencial (distintos del libre), recibían una ganancia que pagaban los exportadores. Pero la situación más conveniente era la de exportar por el tipo de cambio más alto (bienes no tradicionales) y realizar importaciones por el más bajo (si se obtenía el permiso).
 
Una de las características del sistema fue que los funcionarios cambiaban periódicamente los artículos incluidos en cada lista, lo que hacía que los interesados invirtieran muchos recursos para ubicarse en la más favorable, ya que esto les daba acceso a ganancias extraordinarias.
 
Conseguir un permiso para importar a un tipo de cambio bajo para luego vender en un mercado cautivo a precios más altos el bien importado, era uno de los negocios que daban elevadas ganancias sin riesgo, lo que generó una cultura empresarial poco competitiva. En los automotores cuya oferta -desde el estallido de la guerra- fue casi inexistente, se dieron permisos de cambio a funcionarios, políticos amigos y jefes militares adictos al presidente Perón para asegurarse su apoyo.

Por Armando Maronese
D. 09/8/2020
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